"Salvada por su gran misericordia"

por  Lilia A. de Fornazarich

Gracias a Dios que me permite esta gran oportunidad de poder expresar por vuestro medio el testimonio de mi vida pasada. Siendo católica no encontré paz, ni alegría de vivir, siempre triste y amargada, sentía un vacío. Sabía que había un Dios pero no lo hallaba, aún estando aferrada a ese ritmo de asistir a misa en la Iglesia Católica todos los domingos y fiestas de guardar; además de rezar el rosario continuamente.

En ese tiempo mis tres hijos, siendo dos estudiantes secundarios y otra universitaria, conocieron al Señor. Ellos me testificaron de su fe en Cristo y su nueva vida y me daban a conocer la Palabra de Dios por medio de la Biblia, pero yo era tan dura, rebelde que pasaron cinco años para que me convierta.

Hoy ya hace dieciséis que el Señor Jesucristo, mi Salvador, se manifestó ante mi en medio de una tormenta huracanada que voló el techo de mi casa. Me encontraba sola en mi pueblo lejos de mi esposo e hijos, esto se produjo a las tres de la madrugada, con tanta desesperación me cubrí con una colcha. Al levantarme en medio de relámpagos supe que había llegado el momento de decir: ¡perdona mis pecados, Jesucristo creo en ti que moriste por mí, SÁLVAME !

Esto significó para mi vida un gran cambio, sentí la Paz del Señor en medio del desastre de la voladura de chapas, de estar sin techo; pero yo estaba viva, sentí el amor de Dios, supe recordar lo que me decían mis hijos que la muerte puede venir en diferente manera, accidente o muerte repentina y de la Biblia recordé que el que no cree en el Señor Jesucristo ya esta condenado (San Juan 3:18), que el tiempo es hoy, el día de la salvación para la Vida Eterna (2° Corintios 6:2).

Felizmente al poco tiempo mi esposo también aceptó al Señor. Hoy a mis 75 años me encuentro tan gozosa y con mi familia en la que dos hijos ya casados tuvieron el llamado del Señor como Misioneros, uno en Uruguay, otra en Asunción, Paraguay. Tengo una gran felicidad en la edad en que estamos, estoy jubilada, mi esposo también ya se jubiló y queremos servir al Señor en visitar las Iglesias que están levantando nuestros hijos. Estamos fortalecidos, gozosos, agradecidos en ese amor inagotable que recibimos del Señor con su Gran Salvación, en comunión y oración siempre, TODO SEA PARA SU GLORIA.

Lilia A. de Fornazarich

tomado de "En la Calle Recta"

Año XXXVIII - N° 201


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