Toda la gloria sea para mi Señor Jesús

por  Yousdel Corvo Llanes

Fui nacido en Cuba el 2 de marzo de 1982, en la provincia La Habana, municipio San Antonio de los Baños. Fui criado atentamente bajo la protección de mi madre (Celaida Llanes) - pues mi padre se separó de ella casi al yo nacer- en el municipio de Quivicán hasta los siete años, cuando nos mudamos al municipio de Güira de Melena, en el cual resido actualmente.

A los ocho años mi tía Aracelis Llanes me invitó a la Iglesia Católica para ser bautizado (pues cuando era niño mi madre no lo hizo, aunque en Cuba este rito de bautizar los recién nacidos es muy popular) y comencé a visitar la misa del domingo, donde recibía después el catecismo, hasta que llegó el día de bautizarme, después del cual solo asistí a misa una o dos veces, pues no tuve ningún otro interés en volver a ir. Es claro que el "bautismo" recibido no fue el de un creyente, sino el de un niño inmaduro, que además tenía que cumplir con lo que todos en la sociedad hacían, y para ofrecer una imagen sana de mi familia a los demás.

Al comenzar la Escuela Secundaria (o según se conoce como Junior High School en los Estados Unidos de América) encontré un amigo (ahora hermano en Cristo) llamado Ariel Hernández, el cual me habló de que había que buscar de Dios. Este, junto a la insistencia de mi tía Aracelis, me hicieron volver a las misas dominicales. Esta vez, tomé un poco de conciencia por buscar de Dios, pero pronto me volví un religioso (mi vida se volvió un ritualismo dominguero), y poco a poco perdía el interés, pues el ambiente católico era, en gran medida, de personas que lucían ropas ostentosas en las misas (la iglesia católica en mi pueblo es algo mayormente visitado por las personas adineradas), sin pensar que ocurría cuando un mendigo entraba por la puerta con sus harapos, causando la insensibilidad de todos a su problema. Lo único que detenía este proceso era el deseo que había en mí de buscar de Dios, pero la frialdad de los sacramentos, de las estatuas de los santos y de las advocaciones de la virgen, del orden memorístico de la misa y el caso omiso a las Santas Escrituras (que tan veneradas eran), de la penetración en la iglesia de hechiceros, paleros y brujeros (o santeros, como son llamados aquí), acrecentando la idolatría, y la inmutabilidad de todos ante esos problemas ... y principalmente de la mezcla tan ridícula de la iglesia y la mundana sociedad, hacían que mi corazón no se conformara a esta relación tan insincera de los hombres con Dios, sino que Dios ponía delante de mí el verdadero respeto que Él desea que nosotros le ofrezcamos. Mi amigo Ariel y yo asistíamos de continuo a la misa, pero nuestra voluntad nos hacía no reconocer estos problemas.

Al terminar la secundaria conocí a una muchacha llamada Melodys Pérez, que continuó conmigo hacia el preuniversitario. Ella es miembro de  una Iglesia Bautista que hay en mi pueblo, y yo evitaba hablar con ella, pues en el catecismo nos enseñaron que esos eran cristianos separados, y que esta iglesia no era más que una copia distorsionada de la Religión Católica, al igual que todas las demás iglesias (llamadas por ellos como "sectas falsas"). Llegado al preuniversitario (o High School, como se conoce en U.S.A. aunque en otros países se conoce como prepa), el cual es obligatorio y con beca o alojamiento interno de los estudiantes, encontré algo muy interesante que nunca había visto: un grupo de cristianos evangélicos de varias iglesias o denominaciones, se reunían a escondidas (pues no es permitido este tipo de reunión en estas escuelas), entre ellos Melodys, para orar y alabar a Dios y para aprender de Su Palabra. Decidimos, mi amigo Ariel y yo, reunirnos con estos cristianos un día solo para ver como se manifestaban.

Nos sorprendió su acogida amorosa y cálida en su grupo (a pesar de que sabían que éramos católicos), y yo me sentí realmente bien en el pequeño y sencillo culto que le daban al Señor de todo su corazón (como nunca me sentí en la misa dominical) además de que mostraban un aprecio muy elevado hacia la Biblia y las enseñanzas de Jesús. El contrastante ejemplo que daban sus vidas con respecto a las vidas destruidas por el pecado que acostumbraba ver en mis correligionarios católicos, me impactó grandemente, y su doctrina de la salvación, que me era enseñada por ellos con un gran uso de la Palabra de Dios, me hizo muchas veces hallar lógicas sus ideas, contrastado con el dogmatismo memorístico del credo que recibía en el catecismo, solo por ser enseñanzas que "los santos hombres de Dios", como el Papa, los cardenales y los sacerdotes, enseñaban como la Verdad indestructible de la Iglesia Católica. Yo no podía hacer más que resistirme a los "cristianos separados" y a su visión tan clara de la relación del hombre con Dios que enseñaba la Biblia.

Surgió en mí (tanto como en Ariel) una sed insaciable de defender los dogmas de fe  que me representaban como católico, así que decidí indagar, leer, y hasta formular mis propias explicaciones de cómo la Biblia (supuestamente) enseñaba las doctrinas católicas de "la Virginidad Perpetua de María", "su Ascensión al cielo", "la existencia del Purgatorio","la salvación del hombre por las buenas obras, los sacramentos y ritos","el culto de las imágenes","la infalibilidad papal", etcétera.

Todo fue en vano. Hasta mi propio razonamiento me traicionaba. Era el año 1998, cuando me fue asestado un duro golpe en este sentido: mi amigo Ariel no fue a la misa del domingo, a la que habíamos jurado aferrarnos más y más, sino que, en cambio, comenzaba a asistir a la Iglesia Bautista de Melodys, llegando muy pronto a volverse una persona muy sabia en las Escrituras, y su vida era cambiada delante de mis ojos por el poder del Espíritu Santo, mientras yo moría en mis pecados, los cuales ni los ritos sacramentales podían quitar. Lo critiqué duramente, al igual que lo hizo su familia, y por poco nuestra amistad era perdida, pero él hizo todo lo que estaba a su alcance para mantenerse en paz con todos, y su humildad y santidad irradiaba luz a mi vida, y me hacía pensar en que Dios si estaba presente en las iglesias evangélicas (o "sectas falsas"), incluso de una manera tan especial, que no había visto antes entre católicos. Sin embargó, no permití que me impactara demasiado su decisión, sino que me agarré aún más a las misas y a los ritos, a los pies de la imagen de la Virgen con toda su frialdad inmóvil y estática, rezando más aún los rosarios (tan agotadores y carentes de sentido común) pensando ser escuchado por Dios, quien para mí era el Dios de la Religión Católica, y tratando de confundir a los evangélicos con mis propios razonamientos acerca de la Biblia (en una ocasión lo logré, y arrastré hacia las misas a uno que estaba en debilidad espiritual -pues comenzaba en el Evangelio- y que aún sigue así, lo cual lamento grandemente, me refiero a mi amigo Yarbredy Vasquez).

Una noche mientras nos disponíamos a dormir en la beca del preuniversitario tuve una conversación con Ariel y le dije que no entendía la razón de que abandonara la Iglesia católica, pero el me respondió de una manera a todas mis razones que me quede perplejo ante la lucidez con que me hacía entender la Palabra de Dios, tanto que no podía ni mirarle a la cara después de eso. Pero su mano tendida y su ejemplo me impactaba al igual que el de Melodys. Llegaba, por tanto, al punto clímax: decidí recibir a Cristo como Señor y Salvador, pedirle en oración que cambiara mi vida por una vida abundante y de victoria. Por primera vez, hacía una oración de corazón, tan diferente de los rezos continuos y aburridos del rosario mariano. Mi pensamiento había por fin saltado la línea: el cristianismo bíblico es el evangélico.

Sin embargo, me negaba a abandonar el Catolicismo. Mi vida comenzaba a sentir el toque transformador y purificador de Cristo. Empezaba a sentir necesidad de orar, y de leer la Biblia diariamente (cosa que no hacía con mucha frecuencia antes), de adorar solo al único Dios, de crecer espiritualmente, pero nada dentro de las cuatro paredes adornadas del templo me ayudaba a esto sino que se me imponía e incluso me hacía sentir mal todo culto que se le daba a las estatuas, toda enseñanza que yo  sabía que la Biblia estaba descartando y negando, y que era enseñada por el sacerdote, el cual interpretaba la Escritura yendo por la tangente siempre, y nunca respondiendo a las inquietudes de mi mente. Yo era como un pequeño árbol rodeado de una maleza que me impedía crecer y desarrollarme plenamente como cristiano. Pero el Señor usó a tres hermanos de la Iglesia Evangélica Pentecostal que conocí en el Servicio Militar Activo (obligatorio) dándome Palabra  por medio de ellos llegando al pleno convencimiento de que el Señor me gritaba:"Salid de en medio de ellos, apartaos y no toquéis lo inmundo, y yo os seré a vosotros por Padre y vosotros me seréis hijos e hijas". Decidí obedecer Su Voz y ser sensible a sus mandatos de Padre y hoy sirvo a Cristo en la Iglesia Bautista a la que asisten mis hermanos Ariel y Melodys, llegando a ser miembro de la misma por medio de un bautismo de verdadero creyente.

Aunque todos en mi familia me criticaron, ahora mi vida es otra, y estoy feliz por mi decisión de someterme a la Palabra de Dios, comprendiendo que no me era posible crecer espiritualmente en medio de la maleza católica.

Se acabaron los ritualismos, los esquemas en que fui encerrado fueron quebrados por Jesús. Ahora El cambió mi vida. La gloria sea para el Amante Salvador que Su vida dio en la cruz y que resucitó, que volverá a por Su iglesia pronto.

Amado amigo que estás leyendo, sino le has conocido, recíbele sin temor, Él no deja a un justo desamparado, Él es más que Religión, ritos o estatuas frías de yeso. El Cristo que yo conozco, es real, y cambiará tu vida también si así se lo pides en oración, y serás salvo si le recibes y adoras solo a Él con un corazón sincero.

Él te ama y está tocando a tu puerta (Apocalipsis 3:20 y Juan 3:16)

 


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Daniel Sapia - "Conoceréis la Verdad"

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