El Bautismo de creyentes

Geoffrey W. Bromiley

tomado del Diccionario de Teología Harrison

 

Toda vez que el Evangelio sea predicado por primera vez, o que la profesión cristiana haya caído, el bautismo siempre es administrado sobre la base de una confesión de arrepentimiento y fe. En este sentido el bautismo de creyentes (esto es, el bautismo de aquellos que han hecho una profesión de fe) ha sido siempre un fenómeno aceptado y enfatizado por la iglesia. Sin embargo, existen poderosos grupos entre los cristianos que piensan que debemos ir más allá de esto. Tal como ellos entienden el bautismo de creyentes, éste no sólo es legítimo, sino que es el único verdadero bautismo en el NT, especialmente, aunque no necesariamente, en la forma de inmersión.

Esto se sostiene, primero que todo, por el mandamiento que está detrás de esta institución. Cuando Jesús mandó a sus apóstoles a bautizar, les dijo primero que hicieran discípulos, y no mencionó una palabra acerca de los infantes (Mt. 28:19). En otras palabras, la predicación siempre debe preceder al bautismo, ya que es por la palabra, y no por el sacramento, que se hacen los discípulos en primera instancia. El bautismo sólo puede administrarse cuando el recipiente ha respondido a la palabra en arrepentimiento y fe, lo que debe ser seguido inmediatamente por una instrucción mucho más detallada.

Los antecedentes que han llegado hasta nosotros nos muestran claramente que los apóstoles entendieron de esta forma el asunto. Por ejemplo, en el día de Pentecostés, dijo a la multitud a la que le remordía la conciencia que se arrepintieran y se bautizaran, pero no mencionó ninguna condición especial para los infantes que son incapaces de arrepentirse (Hch. 2: 38). Nuevamente, cuando el eunuco etíope quiso bautizarse, se le dijo que no había ningún impedimento si tan sólo creía, y Felipe lo bautizó sobre la condición de que tuviera fe (Hch. 8: 36ss.). Aún cuando hogares enteros fueron bautizados, normalmente se nos dice que primero escucharon la predicación del evangelio, y que luego oyeron o bien fueron dotados del Espíritu (cf. Hch. 10:45; 16:32s.). En todo caso, no se habla de ningún otro tipo de bautismo.

Pastor José Borrás

ex-sacerdote católico romano

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En Ro. 6 Pablo desarrolla el significado del bautismo, lo cual apoya esta tesis. Nos identificamos con Jesucristo en su muerte, sepultura y resurrección por medio de la fe y el arrepentimiento. No tendría sentido, aún sería distorcionante, hablar de bautismo en la muerte y resurrección de Cristo en niños que no pueden oír la palabra y responder apropiadamente. Sólo el cristiano que confiesa, es el que sabe lo que esto significa, pudiendo ejecutarlo en su propia vida. Al confesar su arrepentimiento y fe, en el bautismo él verdaderamente ha dado la espalda a la vida antigua, y empezado a vivir la nueva vida en Cristo. Sólo él puede mirar hacia atrás a una conversión que tiene significado, recibiendo, entonces, la confirmación y aceptando el desafío que viene con el bautismo. Introducir cualquier otra forma de bautismo es abrir el camino a la perversión y el error.

Para ser exactos, en el NT no existe ninguna prohibición que diga que los infantes no deban ser bautizados. Pero debido a la falta de instrucciones en cualquier sentido, es mucho más seguro efectuar el sacramento u ordenanza tal como obviamente se mandó y practicó, en lugar de basarnos en inferencias exegéticas o teológicas que nos permitan realizar una administración diferente. Este es en particular el caso, en vista de la debilidad e irrelevancia de muchos de los argumentos que se se esgrimen.

Por ejemplo, la bendición que Cristo dio a los niños muestra que el evangelio es para los niños, y que tenemos el deber de llevarles a Cristo, pero nada dice sobre administrar el bautismo en alguna forma contraria a la que se conoce (Mr. 10:13ss.). Nuevamente, el hecho de que algunos personajes hayan sido llenos del Espíritu desde niños (Lc. 1:15) sólo sugiere que Dios puede obrar en los infantes, pero no nos da ninguna base para suponer que normalmente lo hace así, o que así lo hace en algún caso dado, o de que el bautismo debiera administrarse antes de que esta obra se exprese en el arrepentimiento y fe personal. Otra vez, los niños de los creyentes gozan de privilegios y aún de un estado que no puede predicarse como perteneciente a los demás. En algún sentido Dios los considera como "santos" (1 Co. 7:14). Pero en este caso también, no existe ninguna conexión expresa con el bautismo, ni se habla de una identificación bautismal con la muerte y resurrección de Cristo.

El hecho que Hechos se refiere al bautismo de familias no ayuda mucho. Lo más probable podría ser que algunas de estas familias tenían niños, sin embargo, esto no es en ninguna forma seguro. Y aun si los hubieran tenido, es muy dudoso de que hayan estado presentes cuando la palabra fue predicada, y no se dice que algún infante fuera bautizado. En el mejor de los casos, esto sólo sería una inferencia forzada, y el tono general de la narración parecería ir en una dirección diferente.

Tampoco ayuda para introducir el signo de la circuncisión del AT. Es cierto que existe una relación entre los dos signos. Pero también existen grandes diferencias. El hecho de que uno era administrado a los niños varones en un día fijo, no es ningún argumento a favor de administrar el otro a todos los niños en algún momento de su infancia. Estos signos pertenecen, si bien no a pactos diferentes, al menos a dispensaciones diferentes de un mismo pacto: uno pertenecía a un período preparativo, cuando el pueblo nacional era algo singular y sus hijos pertenecían en forma natural al pueblo de Dios; el otro pertenece a la consumación, cuando el Israel de Dios es espiritual, y sus niños son añadidos por una regeneración espiritual y no natural. En todo caso, Dios mismo entregó un mandamiento claro en cuanto a circuncidar a los descendientes varones de Abraham; pero no ha entregado un mandamiento similar en cuanto a bautizar a los descendientes de los cristianos.

Teológicamente, la insistencia en bautizar sólo a los creyentes, en todos los casos parece estar mejor calculada para servir al verdadero significado y beneficio del bautismo, y a fin de evitar los errores que tan fácilmente se introducen en él. Sólo cuando se da una confesión personal antes del bautismo es que puede verse que el arrepentimiento y la fe son necesarias para la salvación a través de Cristo, y que éstas no vienen a nosotros mágicamente, sino por medio de escuchar la Palabra de Dios. Con el bautismo de creyentes, la ordenanza llega a tener su significado pleno como la marca de un paso dado desde las tinieblas y la muerte a la luz y la vida. De esta manera el recipiente es confirmado en la decisión que ha tomado, integrado a la comunión viva con la compañía de los regenerados, la cual es la verdadera iglesia y estimulado a caminar en la nueva vida que ha comenzado.

Esto significa que en el bautismo de los creyentes la fe recibe su propio peso y valor. Por supuesto que en el bautismo de infantes también se reconoce la necesidad de la fe. Se arguye que los infantes también pueden creer por medio de una obra especial del Espíritu, o que su fe presente o futura es confesada por sus padres o padrinos, o que los padres o padrinos ejercitan una fe vicaria, o aun que la fe se les da en, con, o bajo la administración. Algunas de estas ideas son manifiestamente extra-bíblicas. En otras existe un elemento de verdad. Pero ninguna de estas cosas cumple con los requerimientos de una fe personal o de una confesión personal tal como invariablemente se cumple en el caso del bautismo de los creyentes.

Nuevamente, el bautismo de los creyentes también lleva consigo una gracia bautismal genuina—como opuesta a una espúrea. El hecho que el arrepentimiento y la fe se expresen en el bautismo comunica una seguridad consciente de perdón y regeneración, lo que lleva en sí un llamado inequívoco a la renovación. Entendido correctamente, éste también podría ser el caso del bautismo de infantes, tal como sucede en las iglesias reformadas. Pero para dejar esto bien en claro se necesita una buena porción de explicaciones desconcertantes, y siempre se corre el riesgo de ser mal entendido, tal como sucede en el punto de vista medioeval y romano de la regeneración bautismal. La única forma de salvaguardar el bautismo de la errada idea de que por sí mismo puede comunicar automáticamente las gracias que representa es mediante la profesión de fe.

Además de las consideraciones exegéticas y teológicas que hemos mencionado, también podríamos agregar otras de menor importancia, pero que son argumentos históricos notables. Primero, no existe ninguna evidencia decisiva a favor de alguna práctica judía común en relación con algún bautismo de infantes en el período apostólico. Segundo, las afirmaciones patrísticas que conectan el bautismo de infantes con los apóstoles, son fragmentarias y poco convincentes en los tiempos más antiguos. Tercero, los ejemplos de bautismos de creyentes son algo común en los primeros siglos, y siempre se ha dado un testimonio continuo en cuanto a este requerimiento. Cuarto, el desarrollo del bautismo de los infantes parece estar ligado con la incursión de ideas y prácticas paganas. Finalmente, hay evidencia de que cuando esta forma de bautismo se acepta como el bautismo del NT, entonces se produce un evangelismo mucho más incisivo y una doctrina evangélica más pura.

bibliografía

K. Barth, The Teüching of the Church Regdrding Baptism; A. Booth, Pdedobaptism Examined; A. Carson, Baptism in its Modas and Subjets;). Gill, Body of Divinity, Vol. III; Infant Baptism To-day (1948);). Wams, Baptism, Eng. Trans.

GeoFfrey W. BromilEy

Diccionario de Teología - Everett F. Harrison., World Literature Ministries, pág. 82-82 (imágenes añadidas)

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Daniel Sapia - "Conoceréis la Verdad"

Apologética Cristiana - ® desde Junio 2000

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