El Heraldo de la Palabra

Casiodoro de Reina

por Alejandro Matos

 

Nada es tan sencillo como adquirir una Biblia. Basta dirigirse hasta una librería cristiana. En muchas ocasiones hasta son obsequiadas. Sin embargo esto no siempre fue así. 

Cuando me convertí me procuré tener una. La abrí y leí lo siguiente: “La Santa Biblia. Antiguo y Nuevo Testamento. Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569)...

 No se si les ha pasado, pero me interesó saber a quién debía la traducción de la Palabra de Dios. Evidentemente a este tal Casiodoro de Reina.

Y bien... comencé por preguntarme ¿Quién era este señor? ¿Cómo era posible una traducción de la Biblia en lengua vernácula en esta fecha (1569)...? Tiempos por demás difíciles para los cristianos que habían decidido divorciarse de Roma para alcanzar a Dios. Lo único que tenía en claro era que Dios había utilizado la instrumentalidad humana para llevar a cabo su voluntad.

 Al concluir este sencillo trabajo no pienso sino en el gozo que tendrían tantos “mártires cristianos”, si vieran que todos sus sufrimientos valieron la pena... que la Iglesia Romana, a través del nefasto tribunal de La Inquisición (¡que de Santa no tenía nada..!), no pudo detener ni ocultar la única verdad... “la Palabra de Dios”.

 Bien, pero... ¿Quién fue Casiodoro de Reina...? Sin lugar a dudas, un gran siervo de Dios, que llevó una vida rodeada de acción, aventura, peligro... sin embargo, lo más importante no es lo emocionante de su vida, sino su dedicación al sueño de traducir la Biblia al español, obra que permitió a millones de pecadores  llegar al conocimiento de Dios y de su hijo Jesucristo.

 Fue un convencido de la absoluta e imperiosa necesidad de que los hombres pudiesen leer y comprender la Eterna Palabra en su propia lengua. Cuando los enemigos de Dios aludieron al abuso que se podría cometer por el uso de la Biblia en lengua vernácula, Casiodoro respondió sin vacilar:

“Esto es tal como si el rey o el príncipe, que porque hay muchos que usan mal del pan, del agua o del vino, del fuego, de la luz y de las otras cosas necessarias a la vida humana, las prohibiera del todo o hiciese estanco de ellas que no diesen sino muy caras y con grande escasseza”.

 La Introducción a su versión de 1569, presentada en la revisión de Russell de 1996 (Copyright (c) 1996, Russell Martin Stendal) manifestó el profundo amor y reverencia que guardó hacia la Sagrada Escritura, su deseo de que sea conocida y las luchas  a las cuales se enfrentó: (recomiendo la lectura completa del texto del cual extraigo estas significativas palabras)

“Intolerable cosa es a Satanás, padre de mentira, y autor de tinieblas, que la verdad de Dios y su luz se manifieste en el mundo; porque sólo por este camino es deshecho su engaño; se desvanecen sus tinieblas, y se descubre toda la vanidad sobre la cual su reino es fundado, y de allí está cierta su ruina: y los míseros hombres que tiene ligados en muerte con prisiones de ignorancia, enseñados con la divina luz, se le salen de su prisión a vida eterna, y a libertad de hijos de Dios. De aquí viene, que aunque por la condición de su maldito ingenio aborrezca y persiga todo medio encaminado a la salud de los hombres, con singulares diligencias y fuerza siempre ha resistido, y no cesa, ni cesará de resistir (hasta que Dios lo frene del todo) a los libros de la Sagrada Escritura; porque sabe muy bien por la larga experiencia de sus pérdidas, cuán poderoso instrumento es este para deshacer sus tinieblas en el mundo (...) 

(...) estamos ciertos que no lo dejará de seguir en esta obra presente, y que en cuanto ella es más necesaria a la Iglesia del Señor, tanto más él se desvelará en despertar contra ella toda suerte de enemigos, extraños y domésticos; los de lejos y los de cerca. Los de lejos (aquí se refiere a la Iglesia Católica), hace días que están despiertos para impedir toda versión vulgar de la Santa Escritura, a título de que los sagrados misterios no han de ser comunicados al vulgo, y que es ocasión de errores en él (...)  prohibir la divina Escritura en lengua vulgar no se puede hacer sin singular injuria de Dios, e igual daño a la salud de los hombres, lo cual es pura obra de Satanás y de los que él tiene a su servicio”.

(El subrayado entre paréntesis es nuestro)

http://www.amen.net/lb/articulos/1569intro.htm

 

Según las actas del auto de fe  celebrado en Sevilla el 23 abril de 1562, Casiodoro de Reina nació en  Montemolín, municipio de la provincia de Badajoz. Pero él mismo, en una Biblia que dedicó al ayuntamiento de Francfort, se autodenominó “Cassiodorus Reinius Hispanus Hispalensis”, es decir, español de Sevilla. Es muy posible que se haya identificado con esta ciudad, a raíz de las experiencias que vivió allí.

Fue monje jerónimo en el  monasterio de San Isidoro del Campo extramuros en Sevilla. Esta casa religiosa, atrajo la mirada de la Inquisición debido a la conversión al luteranismo de todos los monjes, expresa Juan Antonio Llorente, historiador de la Inquisición, basándose en documentos ya desaparecidos.

El mismo Casiodoro en su libro “Sanctae Inquisitionis Hispanicae artes”,  publicado por primera vez en Heidelberg en 1567 bajo el seudónimo de Reginaldus Gonsalvius Montanus lo corrobora. (cf. Capítulo dedicado a Casiodoro de Reina, Carlos Gilly, “Spanien und der Basler Buchdruck”, Basel/Stuttgart 1985)

Julián Hernández,  (popularmente llamado Julianillo, instrumento por el cual llegó la Verdad a Casiodoro de Reina...)  trajo hasta allí el Nuevo Testamento de Juan Pérez de Pineda y otras obras protestantes que se convirtieron en el diario alimento espiritual de los religiosos.

Casiodoro propagó la doctrina entre los sevillanos y se convirtió en el maestro indiscutido de la incipiente comunidad cristiana. Prueba de ello, es el título de “heresiarca”,  otorgado por los inquisidores en el auto de fe de 1562, que quería decir, “Maestro de herejes”. El “Santo oficio” lo juzgó y quemaron su efigie. Sus escritos fueron puestos en el Índice de Libros Prohibidos.

Ante la represión desatada que culmina con el auto de fe de 1559, huyó a Ginebra con otros compañeros entre los cuales se encontraba Cipriano de Valera y Antonio del Corro.

Allí concibió el plan de traducir la Biblia completa al español, para lo cual debió hablar con Juan Pérez de Pineda, quien acababa de publicar  una edición del Nuevo Testamento, basada sobre la traducción de Francisco de Enzinas. Ésta no había sido realizada a partir de los textos originales, sino de la versión latina de Sebastián Castellión

La condena de Miguel Servet (que merece un estudio a parte), quien según el pensamiento de Casiodoro, había sido quemado injustamente el 27 de octubre de 1553, en una plaza de Ginebra y la rigidez imperante hace de esta ciudad una nueva Roma, por lo cual decidió marchar a Inglaterra. Se encontró con muchos españoles que huían de la persecución.

Llegó a Londres a finales de 1558. Organizó allí una Iglesia de lengua española, aceptando como miembros a italianos y neerlandeses caídos en desgracia en sus iglesias respectivas.

En enero de 1560 redactó la Confesión de fe hecha por ciertos fieles españoles, que huyendo de los abusos de la iglesia Romana y la crueldad de la Inquisición d’España hizieron a la Iglesia de los fieles para ser en ella recibidos por hermanos en Christo”.

Durante su permanencia en Inglaterra comenzó su trabajo de traducción de la Biblia en lengua castellana, haciendo indagaciones incluso acerca de un impresor dispuesto a asumir los riesgos de dicha empresa. Los inquisidores católicos, infiltraron un agente... nada menos que el asistente de Casiodoro en el trabajo de traducción.

Sin embargo, esto no fue impedimento para que continuara con su trabajo.

Fue objeto de disputas en Inglaterra por parte de los dirigentes de la congregación de habla francesa. Volvió al continente a la ciudad de Amberes. Hasta allí le fueron enviados los manuscritos posiblemente por Francisco de Farías, quien fue prior de San Isidro.

Entonces, Felipe II puso precio a su cabeza. Comenzó a ser perseguido, acechado por la Inquisición, acusado de herejías. Anduvo sin rumbo durante tres años por Francfort, Heidelberg, Basilea, Estrasburgo, buscando establecerse para terminar su trabajo de traducción. Tras un breve período, vuelve otra vez a la ciudad que le dio asilo cuando salió de España: Francfort.

Aquí reanudó sus trabajos de traducción terminando todo el Antiguo Testamento en 1567. En Basilea traduce el Nuevo Testamento e imprime la Biblia entera en 1569; se trata de la primera traducción de la Biblia al castellano a partir del  hebreo y del griego.

La financiación de esta Biblia, llamada del Oso por el dibujo que en ella aparece, fue posible, además de su propio esfuerzo y dinero, al legado que le dejara para este fin Juan Pérez de Pineda, traductor de un Nuevo Testamento unos años antes, y a la ayuda de sus amigos de Francfort. Precisamente esta ciudad le concede la ciudadanía en 1573.

Doce agitados años, según él mismo nos dice, le llevó terminar esta obra. Regresó a Francfort y se unió a la Iglesia calvinista. Publicó, en 1573, su comentario al evangelio según San Juan y el cuarto capítulo de Mateo y en 1577, la Confesión de Londres.

En 1578 regresó a Londres, decidido a enfrentar a quienes lo habían acusado. Se sometió al Tribunal eclesiástico, quien lo declaró inocente. Asumió el pastorado en Amberes.

Cuando los españoles ocuparon esta ciudad, dieron un plazo de 4 años a los protestantes para abandonarla. Casiodoro abandonó Amberes rumbo a Francfort.

En 1593 fue oficialmente nombrado pastor. Murió un año después, en esa ciudad, en Marzo de 1594.

Fueron muchos los que dieron su vida por causa del Evangelio. Fueron muchos los que fueron perseguidos por causa de la justicia... Muchos los que arrebataron el Reino de los cielos y bebieron el cáliz del Señor.

La vida y obra de este siervo de Dios, a quien debemos la traducción de la Biblia que hoy disfrutamos aquellos que hemos abrazado la verdadera fe, que llevó a los pies de la cruz a millones de pecadores y condujo otros tantos al cielo, no es más que la prueba irrefutable de que los propósitos de Dios se cumplen inevitablemente.

Cuanto hizo la Iglesia Romana, a través de sus nefastas y crueles instituciones por privar de este manjar sustancioso a la humanidad, bajo el pretexto de conservar pura la doctrina,  fue en vano... no fue sino “..dar coces contra el aguijón”.

El odio satánico que inspiró a los inquisidores, no amedrentó a los hijos de Dios, quienes fieles a la voz del Supremo Pastor, enfrentaron persecuciones, angustias, padecimientos, necesidades, dolores y abandono... pero “nada de esto pudo separarlos del amor de Cristo...” Antes en todas estas cosas fueron más que vencedores.


Alejandro Matos    

 

Enlaces de interés

FOTOS de la Biblia de Casiodoro de Reina (1569)

http://ourworld.compuserve.com/homepages/jignaciocolerabernal/corro.htm  (el enlace ya no funciona)

http://www.geocities.com/HotSprings/Resort/4367/casiodoro.html

http://www.geocities.com/HotSprings/Resort/4367/crprologo.html

http://www.geocities.com/HotSprings/Resort/4367/precursores1.html

http://www.interbook.net/personal/cer/Enciclo/Reina.htm

 

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Daniel Sapia - "Conoceréis la Verdad"

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