El Papado
por Alejandro Matos

 

Uno de los dogmas mas controversiales proclamados por la Iglesia Romana, es el del Papado. Y digo controversial, porque muchos de los obispos presentes en el Concilio Ecuménico que definió la infalibilidad del Romano Pontífice, se manifestaron en contra de él, con sólidos argumentos fundados en la Palabra de Dios.

¿Puede admitirse que Jesús haya omitido hablar en el Evangelio sobre una cuestión de tanta importancia?

Tenemos dos posibilidades. La primera, que el Señor haya olvidado decirnos que Pedro era la Cabeza de la Iglesia... posibilidad esta que descarto absolutamente, convencido como estoy de que Cristo es el Hijo eterno de Dios, la Sabiduría infinita e infalible. La segunda, es que Cristo no haya querido esto, por lo cual se entiende el silencio que hay en la Biblia sobre este tema.

En el Evangelio de Mateo, capítulo 19, versículo 28: "...de cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel".

La expresión de Cristo es más que clara. Cristo promete doce tronos a sus doce apóstoles. En ningún momento Jesús menciona un trono más elevado, perteneciente a Pedro. Conclusión: Cristo no quiere elevar a Pedro como cabeza de los Apóstoles.

Cuando el Señor los envía por el mundo, a todos por igual les da el mandato. "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda creatura..." (Marcos 16,15). A todos por igual les hace la promesa del Espíritu Santo: "He aquí yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros..." (Lucas 24,49). ¿No era este el momento de dejar en claro que Pedro iría al frente de su ejército espiritual?

Cristo prohíbe a los Apóstoles reinar o ejercer señorío sobre los demás: "Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; más "no así vosotros", sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige como el que sirve" (Lc.22,25-26). ¿Cómo es posible ante esta enseñanza que la tradición católica enseñe que el papado tiene en su mano dos espadas, símbolos del poder espiritual y temporal.

Otro texto digno de mencionar es el de Hechos 8,14: "Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la Palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan..."

¿Si Pedro era el Sumo pontífice, como se permitieron los Apóstoles enviarlo?

En el capítulo 15 de los Hechos, cuando se reúne el Concilio Ecuménico en Jerusalén, para decidir cuestiones que generaban divisiones entre los cristianos, no se menciona que haya sido Pedro quien lo convocara, ya que, por lógica, siendo él el Papa debía ser quien reuniera a los demás. Como tal debía presidirlo, firmarlo y promulgarlo. No fue así. Pedro asistió como los demás. Fue Santiago quien dirimió la cuestión, en nombre de los apóstoles, ancianos y hermanos.

Pablo, en la carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 20 dice: "...edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo, Jesucristo mismo..."

El mismo Pablo culpa a los que dicen "somos de Pedro...". ¿Se hubiera expresado así el gran apóstol, si Pedro fuera el Vicario de Cristo?

Cuando enumera los oficios de la Iglesia, menciona: apóstoles, profetas, evangelistas, doctores y pastores. Por lógica ¿podría Pablo olvidar el papado si fuese este un oficio de institución divina? ¡Imposible!

Tampoco menciona en ninguna de sus cartas a las Iglesias, la primacía de Pedro. De ser así, seguramente hubiese no sólo mencionado la cuestión, sino que, es de suponer que hubiese escrito una carta sobre esta materia tan importante.

Ni en los escritos de Pablo, ni de Juan, ni de Santiago, hay fundamentos para el papado.

En los Hechos de los Apóstoles, el escritor guarda silencio sobre este tema. Silencio por demás claro. Si esto fuera así ¿Cómo no mencionarlo la Palabra de Dios?

Pero lo más sorprendente es el silencio de Pedro. Si él fue Papa, debía por lo menos saberlo. Y si lo era, ¿por qué no obraba como tal?

El día de Pentecostés, cuando predica a la multitud no lo hizo como Papa. Tampoco lo hace en las cartas dirigidas a la Iglesia. La consecuencia lógica es que, si Pedro fue Papa, no lo sabía. Mientras los Apóstoles vivían, la Iglesia nunca creyó que había Papa. Decir o sostener lo contrario, sería ignorar las escrituras. Que Pedro haya estado en Roma, que fue crucificado cabeza abajo, que enseñó el Evangelio en esta ciudad no tiene otro fundamento que el de la Tradición y como dice Scaligero, uno de los hombres más eruditos, "el episcopado de Pedro y su residencia en Roma deben calificarse entre las leyendas ridículas".

Sobre la expresión del Señor: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia", en Mateo 16,18 debe decirse algunas cosas.

Por "la roca", la iglesia romana entiende "Pedro". Sin embargo los mismos Padres y doctores de la Iglesia no opinan lo mismo:

 

San Cirilo, en el cuarto libro de la Trinidad dice:

"Creo que por la roca debeis entender la fe invariable de los apóstoles"

San Hilario de Poitiers, en el Segundo libro sobre la Trinidad, dice:

"La roca, piedra, es la bendita y sola roca de la fe confesada por la boca de Pedro"

y en el sexto libro de la Trinidad, dice:

"Es esta la roca, la confesión de la fe sobre la que está edificada la Iglesia".

San Jerónimo, en el sexto libro sobre San Mateo, dice:

"Dios, ha fundado su Iglesia sobre esta roca de la que el Apóstol Pedro fue apellidado".

En conformidad con él, San Juan Crisóstomo dice en la homilía 55 sobre Mateo:

"Sobre esta roca edificaré mi Iglesia, es decir sobre la fe de la confesión de Pedro. Ahora bien, ¿Cuál fue la confesión? Hela aquí: Tu eres Cristo, el Hijo de Dios vivo".

San Ambrosio de Milán, en el comentario al segundo capítulo de la carta a los Efesios, San Braulio de Seleucia y los padres del Concilio de Calcedonia, enseñan la misma doctrina.

San Agustín de Hipona, en su comentario a la primera carta de Juan, escribe:

"¿Qué significan estas palabras: edificaré mi Iglesia sobre esta roca? Significan, edificaré mi Iglesia sobre esta fe, sobre esto que me dices: Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo"

En el Tratado 124 sobre San Juan, del mismo Agustín, encontramos una frase muy significativa:

"Sobre esta roca que tú has confesado, edificaré mi Iglesia, puesto que Cristo mismo era la roca".

En el sermón 13, el obispo de Hipona predicaba a sus fieles:

"Tu eres Pedro y sobre esta roca, (piedra) que tú has confesado, sobre esta roca que tú has reconocido confesando: Tu eres Cristo, el Hijo de Dios vivo, edificaré mi Iglesia; sobre Mi mismo, que soy el Hijo de Dios, la edificaré; y no sobre tí".

 

Lo que enseña Agustín, es la opinión de todo el mundo cristiano en sus días. Ningún fundamento Bíblico se halla para esta doctrina, como tampoco histórico. No se habla del Papado durante los cuatro primeros siglos.

En los decretos del Concilio de Melive, del cual fue secretario San Agustín, se encuentran estas palabras: "Todo el que apelase a los de otra parte del mar, no será admitido a la comunión por ninguno de África".

Los obispos de este continente no reconocían al de Roma y castigaba con excomunión a los que recurriesen a su arbitraje. Los mismos, durante el sexto Concilio de Cartago, escribieron a Celestino, obispo de Roma, amonestándole que no enviara más legados y comisionados, y que no introdujese el orgullo humano en la Iglesia.

Hay que reconocer que la sede de Roma ocupaba el primer puesto. Una de las leyes de Justiniano dice: "Mandamos conforme a la definición de los cuatro Concilios que el Santo Papa de la antigua Roma sea el primero de los obispos, y su alteza, el Arzobispo de Constantinopla, que es la nueva Roma, sea el segundo". Esta ley de Justiniano lleva por título: "Del orden de las sedes patriarcales". Precedencia es una cosa, poder de jurisdicción es otra.

 

En resumen:

 

1. Jesús dio a sus apóstoles el mismo poder que a Pedro.

2. Los apóstoles nunca reconocieron en Pedro al Vicario de Jesucristo y al infalible doctor de la Iglesia.

3. El mismo Pedro nunca pensó ser Papa.

4. Los Concilios de los cuatro primeros siglos solo le otorgaban al obispo de Roma una preeminencia honorífica; nunca poder y jurisdicción. Nunca entendieron que la Iglesia estaba edificada sobre Pedro (super Petrum), sino sobre la Roca (super Petram).

 

Según la Biblia, la historia, la razón, la lógica, el sentido común y la conciencia cristiana, Jesucristo no dio primacía alguna a Pedro. Los papas se constituyeron soberanos de la Iglesia confiscando uno por uno, los derechos del episcopado.

 

Alejandro Matos

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Daniel Sapia - "Conoceréis la Verdad"

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