Mi pleito no era con Dios, sino con la religiosidad
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Mi nombre es David:

Nací en la Ciudad de México en el año de 1963 y soy miembro de una familia católica. Mi padre fue numerario del Opus Dei, mi madre trabajo recaudando fondos para la construcción de un templo que a la postre se convirtió en "La Parroquia del Espíritu Santo" en la colonia de clase "media-alta" (Permítanme el término) en la que crecí. Estudié mi primaria en el "Instituto Don Bosco" (Colegio salesiano) y mi secundaria y preparatoria en "Centro Escolar Cedros", éste último, considerado como uno de los mejores
colegios fundado por miembros súper-numerarios del Opus Dei en México, en este colegio iban los hijos de empresarios más acaudalados de mi país. En todos los grados que se impartían en esas instituciones, había una materia llamada "Moral" y que debía llamarse "Doctrina católica", pues en ella se impartía exclusivamente esa instrucción.

En aquella década de los ochentas, la moda entre los jóvenes era la discriminación racial, social y económica; mis padres venían de barrios bajos de la ciudad y que a base de esfuerzo y trabajo lograron darnos instrucción privada en los mejores colegios, pero no provenían de familias con apellidos reconocidos como los más distinguidos de mi país.

Y en medio de tanta "pompa" y lujo, mis hermanos y mi persona éramos discriminados por nuestros orígenes mestizos (Indígena y español). Y me alejé de todo lo que significaba la religión, pues veía que todo era un decir bien, pero en los hechos, su contenido era solamente apariencia. Lo peor del caso es que yo mismo me sorprendí discriminando a mis propios vecinos menos afortunados que yo y haciendo aquello que me lastimaba. En medio de tanta apariencia los conflictos en mi casa eran insoportables y mis papas se divorciaron después de 24 años de casados y con ello vino la ruina, el desprestigio y el golpe asesino de mi decadente estima por mi mismo.

Me casé con una muchacha, buscándola hacer el centro de mi universo, y lo único que le hice es ser objeto de mi desquite por lo "injusta qué había sido la vida conmigo" y la abandoné con dos hijos y seis años de casados.

Me volví ateo y me alejé de mis hermanos, mis padres y de todo lo que tuviera que ver con ritos religiosos en donde únicamente se usaba para controlar a las masas ignorantes abusando de su fe un dios inexistente.

Me sentía profundamente enojado con la vida.

Con el tiempo fue pasando el enojo, me casé de nuevo y tuve otros dos hijos. Recuerdo que un día mi esposa me dijo que había venido una vecina y le pedía permiso para llevárselos a una "Escuelita bíblica"; y yo aunque ateo, presumía ser de una mente abierta y deseaba que mis hijos conocieran de todo, así que accedí convencido que mis argumentos podrían al final persuadir a los míos de la inexistencia de Dios; después de todo había leído suficientes libros ateos, qué era fácil echar por tierra cualquier libro tan pasado de moda y sin la base científica como la llamada "Biblia".

Recuerdo el diciembre de 2001; a mi esposa y a mí, nos invitaron a escuchar a mis hijos en su templo cantos de alabanza a Jesucristo por motivo de las fiestas características del mes y fui con la idea de disfrutar de mis pequeños y apoyarlos en algo que se habían esforzado en realizar y un poco predispuesto a la vez por la agonía del rito que iba a tener que soportar.

Me llamó la atención aquel templo, era uno hecho de madera en medio de un terreno cercado con malla ciclónica, hecho por todos los integrantes de ahí (20 familias), un piso hecho de ladrillo acomodados armoniosamente, ni una sola imagen de algún "santito", sillas plegables de metal aluminio. Algo totalmente distinto nada comparado con la arquitectura, las imágenes, las bancas de fina madera de caoba barnizadas elegantemente de las iglesias que acostumbraba visitar.

No pude dejar de observar que las familias iban con gusto, como si disfrutaran ir y estar juntos, "...pero no deja de ser un ritual vacío". Me dije.

Después de eso, se acercó el "Líder" del "Grupo Religioso" y me dijo que si yo gustaba él podría ir a mi casa y platicar más acerca de la Biblia y me pareció interesante la oportunidad para poner a prueba mis conocimientos y de una vez por todas acabar con la idea inútil de leer la Biblia y terminar del martirio a mis hijos de esta agobiante religiosidad; lo curioso de esto fue que a ellos parecía gustarles.

Así que volví a acceder y llegó el segundo martes de enero del año 2002 por la noche y lo dejé hablar a su "Líder" para poder aplastar sus argumentos con los míos. La verdad no recuerdo mucho de lo que hablamos solo recuerdo dos versículos que me mencionó y que traspasaron mi mente, mi voluntad y mi
corazón. Romanos 3:23 "Por cuantos todos pecaron están destituidos de la gracia de Dios" y Juan 5:24 "De cierto, de cierto os digo, el que oye mi Palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no vendrá a condenación, más a pasado de muerte a vida".

Nunca antes había visto más claramente mi pecaminosidad y mi impotencia por ser salvo por medio de mi propio esfuerzo como en ese momento y me sentí contristado y de pronto me di cuenta que mi pleito no era con Dios, mi pleito era con la religiosidad, con la costumbre, con los ritos que no dicen nada, con el vacío que me producían toda esa apariencia y falta de contenido real.

Y tuve fe, fe en Dios y en su Hijo El Señor Jesucristo, fe en su Palabra que nunca antes había entendido y que ahora me parecía viva y recibí a Mi Amadísimo Señor Jesucristo al cual le he entregado todo mi corazón y mi vida y al cual anhelo servirle aquí hasta mi último aliento y allá eternamente.

De mis argumentos ateos, ni me acordé, ni me acuerdo ahora. Y desde entonces no he faltado a ningún domingo a congregarme gozosamente con mis hermanos en la fe en ese templo de madera y piso de ladrillo rojo el que me parece el más hermoso al que yo haya ido jamás.

Y cada domingo es diferente al anterior porque Su Espíritu Santo habla por medio de la predicación de Su Palabra a su amada Iglesia por la que entregó su vida y después resucitó para pastorearla como un esposo amante y celoso de su cuidado, no institución con nombre "Rimbombante", un organismo vivo y
en movimiento, agregando Dios a ella a los que han de ser salvos por la fe que es en el Señor Jesucristo.

Fe que implica confianza y por ende entrega al Señor, objetiva en los parámetros divinos, no de los humanos obtusos y limitativos del sentir de un guía ciego, guía de ciegos; no de imágenes de madera, cal, yeso, metal o cualquier otro material que no sea el del verdadero Cristo en cada corazón confeso en la fe del único salvador.

No en la costumbre de repetir cosas que ya no tienen sentido (Cómo "...Torre de marfil. Ruega por nosotros" Como si el marfil tuviera alma de hombre para interceder por nada), sino intercediendo los vivos por los vivos consientes de las necesidades de los otros, amando de hecho y en verdad, no de lengua nada más.

He buscado a mis hijos mayores después de 12 años de ausencia y obviamente me han rechazado, pero sé que un día ellos también conocerán a mi Señor como mi esposa y mis hijos más pequeños, logrando perdonarme y tengan una vida plena en el conocimiento personal de Jesús.

Dios ya me perdonó de todo y en Él vivo confiado, sirviéndole con el más profundo amor reverente que jamás pude expresar en pensamiento, voluntad y sentimiento.

Tú también puedes cambiar de vida si te humillares ante El reconociéndolo como el único salvador; pídele perdón y entrégale toda tu vida sin importar cuán sucia te parezca; recuerda que Jesucristo es Dios y nada es más grande, amoroso, pleno, santo y perfecto que nada de lo que tu hayas hecho y como yo cree y tendrás vida eterna desde ahora (Juan 5:24).

A Él sea la gloria eternamente.

 


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Daniel Sapia - "Conoceréis la Verdad"

Apologética Cristiana - ® desde Junio 2000

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