"Encontré más verdad que en la Iglesia misma.."

por  Mariana

 

Siempre creí en un Dios de milagros. Mi nacimiento fue un milagro: Mi madre (judía) fue atropellada en enero de 1979, con 8 meses de embarazo. En estado de coma 4 tuvo un parto natural, y yo nací sin un raspón. A los 15 días mi madre murió.

Mi infancia transcurrió en serenidad. Mi padre nos atendió a mi hermano y a mi como reyes. En su búsqueda, se dedicó al hinduismo, a la meditación. Sin ser esto la verdad de Cristo rescato que me crié en una atmósfera de paz...

A los 9 años mi padre se juntó con una mujer católica, que nos hizo bautizar e ingresé en un colegio religioso. Empecé a conocer acerca del nombre de Cristo, Maria, tomé la comunión. Fui feliz, no tuve experiencias malas, religiosamente hablando.

A los 15 años empecé a participar de movimientos juveniles salesianos, parroquiales. Un día mientras oraba caí en la cuenta de lo que había significado mi nacimiento. Entonces me dije: "naciste para algo, no podés vivir tu vida así nomás. No podes ser como las demás chicas. Tenés que devolverle a Dios esa vida que te regaló". También pensaba que si mi madre hubiese vivido yo, tal vez, no hubiese escuchado acerca del Evangelio. Así fue que decidí hacerme monja carmelita por considerar que eran las mas estrictas y observantes, por ende las mas entregadas. Mi Director espiritual me llevó al Carmelo y a los 17 años entré. 

Quiero aclarar que aprendí a buscar a Dios en el silencio y la oración. No fue tortuoso, fue hermoso.  Me sentía en la gloria, levantándome a alabar a Dios. Pero ahora a la distancia me doy cuenta de que me regodeaba demasiado en el hábito, en la reja, en nuestras voces de ángeles, en lo que la gente diría de nosotras ("tan jovencita, que valiente!"). Miraba los claustros amplios y desnudos... bueno, todo me encantaba. Le pedía a gritos a Dios que me diera vocaciones... que todas las jóvenes encontraran lo que yo había encontrado. En mi interior tenía un cierto aire de superioridad que me hacía creer que yo había sido valiente por Cristo, que el mundo (llámese también a este a las parroquias) no sabían lo que era Dios y yo si... yo sabía orar, ellos no. Y por supuesto los casados eran cristianos de segunda. 

A los tres años y a punto de hacer mis votos temporales... algo cambió:

Por un lado veía el palacio en el que vivíamos, inserto en medio de una villa. Esa contradicción era muy fuerte: "si yo me hice monja para ser pobre por Cristo ¿qué pensarán esta gente que vive alrededor nuestro y que tiene que luchar por su pan, que yo recibo de arriba (gratis)? ¿Cuán creíble puede ser nuestro testimonio de vida?" "¿Dónde está todo eso de Jesús el Mesías, que obraba signos y prodigios? ¿Será que eso era en su época?", pensaba yo. "Tal vez ahora no hace falta..." 

Miraba nuestras misas: solo iba gente pudiente. Un día, se acercó un pobre pidiendo un colchón y como ayudarlo no era nuestra vocación, lo mandaron a Cáritas parroquial. Pero al poco tiempo vino un gran empresario a donar plata para el convento y todas salimos de nuestro encierro para ir a darle las gracias. Ahí empezó mi lucha. Y la vi confirmada con la palabra de Santiago: "si entra un rico a la asamblea y entra un pobre y le dices quédate ahí atrás ¿no estás haciendo acepción de personas?" (Santiago 2:1-4)

Cuando le empecé a plantear estas dudas a mi Superiora, me dijo que hablara con mi Director Espiritual. Él dijo que no quería atenderme porque yo me arrogaba el decir cuando lo que el decía era del Espíritu Santo y cuando no, y eso era soberbia, así que si estaba arriba de un pedestal el no podía hacer nada por mi (decía).

Mi lucha interior era tan pero tan intensa que la comparaba con el huerto de los Olivos. Los que han pensado pasar sus días a la sombra de un convento y de golpe se ven sacudidos, saben de lo que hablo. Todo me decía que el tiempo se había cumplido. Las palabras, los acontecimientos. Yo no quería abandonar el convento, o sí. Sé de corazón que lo único que quería era la voluntad de Dios. Siempre me atrajo la valentía en las cosas de Dios: Abraham, por ejemplo. 

Una noche me quedé orando en mi celda y lloraba hasta el cansancio. Tenia miedo de ser soberbia, de equivocarme, de quedarme, de salir, de no cumplir la voluntad de Dios. Miré al cielo repitiendo DESDE LO HONDO A TI GRITO SEÑOR!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Y en ese momento se encendieron tres estrellas en el cielo; primero una, después otra y por ultimo la tercera. Se encendieron y se apagaron. Recibí mucha paz, sentí que la Trinidad estaba conmigo, de mi lado. 

Durante todo mi Cristianismo siempre tuve claro que las decisiones de Dios eran mas importantes que los hombres y que por lo general el poder de la Iglesia era la figura de un fariseo estricto y ciego. Y eso siempre me ayudó a no temer lo que se pudiera creer de mi: que "salí porque era inconstante" (pensó mi Director), que "era una jovencita rebelde e inmadura"... o que simplemente "no tenia vocación para esa vida"... 

De golpe, después de aquella noche, ya esa vida no me decía nada. Miraba los claustros, los cantos, las ceremonias.... nada . Todo lo que antes me hacia estremecer era nada. Decidí escribirle a un amigo sacerdote, que había sido mi consejero  fiel, un hombre verdaderamente entregado a la causa del Reino, y mi Director me dijo que haga lo que este otro hombre me dijera, (yo quería tomar la decisión en obediencia para evitar la carga de haber sido yo y mis pensamientos los que tomamos la decisión).

Cuando ya todo pintaba que me quedaría y que solo habían sido tentaciones vocacionales, yo permanecía como defraudada. Tranquila porque no tenia que irme , pero como que me faltaba fuego... me sentía que si me quedaba ahí iba a ser una mediocre monjita y no una cristiana fogosa! Cabe aclarar que anteriormente  yo era de las que criticaba mas duramente la falta de observancia en el Convento, me parecía que no éramos fieles a la Regla de Nuestra Santa Madre.

Una mañana de esas, mientras pensaba estas cosas, me llama el Padre a quien yo le había escrito y me dice: "Ud debe salir de ahí, lo antes posible. Son dudas serias, esto no es poca cosa". Esa misma mañana abandoné mis trabajos de cerámica, la Madre me dijo que me vaya lo mas pronto posible porque no querían sufrir, que "que lástima, tal vez terminara casada..." y "que no volviera por algún tiempo por el convento, era muy doloroso". Junté algunas cositas y esa misma tarde, después de 3 años de clausura, llegué al mundo. 

Me daba miedo ponerme pantalón, cruzar la calle, ir al banco. Además yo quería seguir siendo monja , en una congregación que tuviera a los pobres por causa.  Así fue que me dirigí a varias congregaciones.  En las Misioneras de la Caridad me topé con el servicio a los pobres pero con el espíritu mas religioso, duro, opresor que vi en mi vida. Mientras limpiaba heridas de los enfermos era feliz!!!!!, pero entrábamos a la capilla a rezar el Rosario en inglés, de rodillas, rígidamente, y se me oprimía el corazón terriblemente.  Como la paz es indicadora de Dios supe enseguida que no era para mi, no por el sacrificio sino por el espíritu de opresión que palpaba ahí. 

Fue así que me topé con la vida de Foucauld y lo que mas me enamoró fue la idea de ser cristiana en el mundo. Yo que me había considerado mas perfecta por abandonarlo (al mundo), me di cuenta de a poco que el verdadero campo de batalla y misión estaba en ocupar los lugares que la gente ocupa.  De hecho, Jesús dijo: "NO TE PIDO QUE LOS SAQUES DEL MUNDO, SINO QUE LOS PRESERVES DEL MALIGNO. ESTAN EN EL MUNDO PERO SIN SER DEL MUNDO". (Juan 17:15)

Tal vez el que ha vivido una vida común no entienda lo que quiero decir. Pero para el que ha vivido en una burbuja religiosa es difícil insertarse en la realidad: trabajar en un lugar con ateos, estudiar teorías ateas...etc. Pero encontré paz en esta decisión. Así entré en el profesorado de enseñanza primaria y Dios me hacia triunfar de una manera única. Profesoras ateas se acercaban a decirme que había algo especial en mi, las mejores notas... me dio un trabajo que no busqué, etc. 

Empecé a concurrir a grupos de oración carismática. Antes me parecían poco solemnes, ruidosos, poco recogidos. Sus cantos demasiado sencillos. Les falta la belleza del órgano -decía yo.  Dios me fue enseñando que la alabanza de un niño que aplaude, salta y grita de jubilo es agradable a Él, cuando esta es de corazón.  Todo lo anteriormente solemne me empezó a parecer vacío de Dios por mas hermoso que fuera. Porque no había detrás un pueblo que adoraba a su Señor sino un coro que estaba preocupado porque la función saliera bien. 

Le pedí a Dios que me mostrara como continuar mi vida, me presentó al que es hoy mi esposo que hasta lleva el mismo nombre que yo. Tenemos actualmente un hermoso bebe. 

Pero mi búsqueda es insaciable. Seguí acudiendo a Misa, orando... pero algo en mi volvió a cambiar. Seguí sin poder unir religión con Evangelio. Empecé a notar primero que los sacerdotes se quejan del cansancio "de 3 Misas" (encima dos de las cuales duran 40 minutos para no cansar a la gente). Cuando quieres hablar con ellos, hay un contestador automático permanentemente. Mientras tanto, los que no son religiosos se despiertan de noche para atender a sus niños, y aunque estén cansados no tienen a nadie que haga las cosas por ellos... 

Toda oración implica un descanso, a menos que mires la Misa como un trabajo. Entonces, te diría hermano sacerdote, que te has equivocado de profesión. 

Descubrí que había cristianos mucho mas ardientes y buscadores genuinos del Espíritu Santo que eran laicos. Pero los sacerdotes con quienes he convivido suelen decir que por ser sacerdotes tienen la unción del Espíritu. O sea, es difícil que un laico pueda ser un ungido por mas que en la Escritura se dice que todos somos sacerdotes, profetas y reyes. Ellos defienden esto, pero en la realidad quisiera ver cuántos sacerdotes acepten que un hombre casado es un apóstol de Cristo capaz de obrar señales por medio de Él. 

Entre muchísimas otras dudas, para mi la mas grave fue el constatar que la Iglesia le tiene miedo al poder de Jesús y a la presencia real del Espíritu. Oras espontáneamente... un ciego ve... y "son cosas raras". ¿Es que no dijo Jesús ...«ESTOS SON LOS SIGNOS QUE ACOMPAÑARAN A LOS QUE CREEN : HABLARAN NUEVAS LENGUAS; ARROJARAN DEMONIOS EN MI NOMBRE»...? " (Marcos 16:17) 

Viendo todo esto le aplico a la Iglesia lo que tan duramente dijo Jesús: "Uds. prefieren seguir la tradición que ustedes mismos se han transmitido que seguir los mandatos de Dios.." (Mateo 15:6b)

Entiendase:

- Prefieren creer en la salvación a través de un escapulario de tela que en que un cristiano -aunque no sea sacerdote- imponga las manos en el nombre del Señor Jesús y el enfermo sea sanado.

- Prefieren adorar una custodia que dice tener a Jesús, que recibir el poder del Espíritu.

- Prefieren respetar los horarios de silencio antes que dar de comer al hambriento y vestir al desnudo.

- Prefieren llenar sus seminarios (recorriendo mar y tierra para conseguir un prosélito y hacerlo 100 veces peor) que creer que los laicos tienen un lugar de dignidad de ministros por recibir a Jesús como Señor.

- Prefieren ser funcionarios de la religión y dar cifras de miles de bautismos por años pero no admitir que de esos bautizados no hay convertidos al Jesús .

- Prefieren armar grupos misioneros que lleven estampitas y sacramentos en vez de cambiar, y redimir vidas con el poder real y vivo de Dios.

- Prefieren creer en el milagro de un santo muerto, que en los signos reales y visibles que obra Jesús de Nazaret a través de quienes son cristianos “separados”.

- Atacan mas a los cristianos separados que a las obras demoníacas de la televisión.

Hace un buen tiempo empecé a escuchar las predicas de Guillermo Prein, pastor evangélico, a través de la radio. Ahí me dije: "PERO ....este hombre predica con autoridad, no como los escribas!" Con total desconfianza, pues siempre me enseñaron que los evangélicos son secta a temer, locos alucinados, decidí seguir escuchando para encontrar errores y dejar de escucharlo. Pero hermanos... encontré mas verdad que en la Iglesia misma: Jesús, solo Jesús de Nazaret.

Un día, por no encontrar alimento ni reposo en la Iglesia católica, entré sin pensar a un templo evangélico. Temerosa... me decía: "mis hermanos católicos me van a excomulgar...."

Hermanos.

¿Que vi?

¿Que sentí?

Esto:

- Me dieron la bienvenida con una sonrisa llena de paz.

- TODOS sonríen

- ¡Pasaron mas de cuatro horas y quisiera que esto no terminara nunca.!

- ¿Entonces las primeras comunidades SI existen?

- ¿Era verdad lo del amor fraterno?

- ¡Es mi casa!

- Acá no tengo miedo de ser hereje.

- Acá hay un pueblo gozoso en el Señor, que no tiene vergüenza.

- No hay caras largas, no hay beaterío.

- Y creen en Jesús de Nazaret sin añadidos

- Dios está en medio de su pueblo.

¡Pero yo no puedo ser evangélica! ¿Cómo puedo enfrentarme a mi mundo que es esencialmente católico y decir esto?

Y comprendo que jamás me convertiría al Evangelismo. Porque no quiero convertirme a una Iglesia  Pero si estoy convencida de que quiero ser CRISTIANA. Y he visto con mis propios ojos que  a los que los católicos llaman protestantes solo son cristianos, de aquellos que mencionan los Hechos de los Apóstoles. Los Hechos no mencionan la entronización de la madre de Dios, ni el sacerdocio, ni los conventos, ni los votos, ni una custodia, ni cursos de Biblia. Los Hechos hablan de un pueblo que se juntaba en fraterna comunión a adorar a Dios y cómo Dios obraba maravillas y signos en todo el pueblo.

 

Mis hermanos católicos, que Jesús no tenga que decir de nosotros:

TIENEN OJOS Y NO VEN

TIENEN OIDOS QUE NO OYEN

SON GUIAS CIEGOS QUE GUIAN A OTROS CIEGOS

SIGUEN TRADICIONES QUE ELLOS MISMOS SE HAN TRANSMITIDO

CUELAN EL MOSQUITO Y SE TRAGAN EL CAMELLO

NO ADORAN A DIOS EN ESPIRITU Y EN VERDAD

NO ENTRAN NI DEJAN ENTRAR.

 

Jesús dijo que vayamos y contemos lo que hemos visto y oído. Que no hay nada oculto que no deba ser revelado.  Otros testimonios me han aclarado mi fe. Pretendo que mi humilde experiencia solo sirva a quien Dios ha destinado que sirva.

Amo a aquel que busca a Jesús de Nazaret, sólo a Él, sea en la Iglesia que sea.

A EL SEA LA GLORIA

Mariana


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